Han sido días muy difíciles en casa, con Cai...sus
obsesiones están muy fuertes...su conducta desafiante...muy jodido todo...y hay
que hacer acopio de todo el autocontrol que una tiene, de toda la paciencia del
mundo para no estallar...para no colapsar...
Pensaba en todo esto, cuando se me vino a la mente el
hermano Juan Sheehan...un hermano muy viejito, colorado, que apenas hablaba el
español...llegó a mi colegio para dar clases de religión...y desde el día uno
fue víctima de burlas y de bullying por parte de los chicos de mi salón; le
hacían imposible la vida...le faltaban el respeto; incluso contaban que un
chico le había pegado en otro salón...el hermano Sheehan a veces se ponía rojo
de la cólera...pero nunca estalló...nunca dijo nada...parado en frente del
aula, se aferraba con fuerza a su biblia, y aguantaba estóicamente el ataque de
las hienas implacables; nunca se quejó...nunca alzó la voz...y cada mañana,
antes de empezar el suplicio diario frente a ese grupo de salvajes, el hermano
empezaba su clase con la oración de San Francisco de Asís...
El hermano no duró mucho en el colegio...me imagino
que no pudo más...no lo volví a ver, pero su mensaje y enseñanzas quedaron
conmigo...hoy que siento que estoy al límite con Cai, me acuerdo de él, y su
ejemplo me da fuerzas para resistir, para persistir; la tormenta va a
pasar...yo voy a poder con esto...voy a encontrar la paciencia y la
tranquilidad necesarias...soy agnóstica, pero cada noche repito la oración que
el hermano Sheehan nos enseñó: "Señor...haz de mí un instrumento de tu
paz..."