Cuando Almu nació, Eduardo y yo vivíamos en San
Borja…en el último piso de un pequeño edificio…era un sitio tranquilo…pero esa
tranquilidad se quebraba todas las tardes a la misma hora…justo en el momento
en que yo ponía a Almu a hacer la siesta, empezaba el problema…desde el patio
del piso de abajo se escuchaba a un niño dando unos gritos agudos e
intermitentes…la cosa podía prolongarse por más o menos una hora…y además de
hacerme sumamente difícil la labor de hacer dormir a Almudena los gritos de ese
niño me ponían los nervios de punta y me taladraban el tímpano…
A veces me asomaba por la ventana tratando de ver al
niño…pero no lograba ver más que sus piernas, pues había un toldo que no me
dejaba ver más…lo veía moverse sin descanso…dar pequeños saltitos emitiendo
gritos guturales…no hablaba nada…por los sonidos que emitía una podía darse
cuenta de si se sentía bien, o si estaba pasando por un mal día…a veces su mamá
lo llamaba por su nombre…le daba indicaciones…era evidente que algo pasaba con
él…aunque no sabía exactamente qué era…
Una tarde en que estaba especialmente cansada…el
niño empezó a gritar…cada vez más fuerte…no paraba…realmente era
insoportable…ya estaba harta…era suficiente…es que la madre no se daba cuenta
de que los gritos de su hijo se escuchaban por todo el edificio?...es que no se
daba cuenta de cuán intolerable era todo?
Indignada y furiosa, abrí la ventana de mi departamento que daba al
patio donde estaban ellos y grité con todas mis fuerzas: “Por favor…silencioooo!!!...no puedo hacer
dormir a mi bebé!!!”…y acto seguido cerré la ventana con fuerza…se hizo un
silencio…y así fue desde ese momento en adelante…ya no se escucharon más los
gritos del niño…a veces lo escuchábamos a lo lejos…pero nunca más se escucharon
los gritos en el patio…fin del problema…
En ese momento yo no lo sabía…pero el niño del piso
de abajo tenía autismo…
Ahora que han pasado los años…la vida tan sabia
siempre me da una gran lección…ahora es Cai el niño que corre sin parar, que
salta, que a veces da gritos ensordecedores, y yo soy esa mamá…tratando de
tranquilizarlo…dándole indicaciones…nerviosa si los gritos ocurren delante de otros…teniendo
miedo de que se desencadene una crisis en cualquier momento…teniendo miedo de
importunar a los vecinos…teniendo miedo de la mirada inquisidora y prejuiciosa
de la gente…yo soy esa mamá que seguramente estaba tan cansada…que seguramente
necesitaba a gritos un descanso…un hombro en donde apoyarse…un oído dispuesto a
escucharla…una amiga solidaria y comprensiva con quien desfogar la marea
revuelta que llevaba adentro…
No recuerdo el nombre del niño del piso de abajo…por
más que he querido no puedo recordarlo…pero pienso en él a diario...me siento
tan mal de haber reaccionado así…si pudiera regresar en el tiempo me acercaría
a la puerta de la señora…le pediría disculpas…le hablaría de Caetano…trataría
de hacerme su amiga…le contaría tantas cosas…la escucharía…y sobretodo…le daría
al niño del piso de abajo un abrazo y un beso llenos de inmensa ternura…llenos
de cariño y comprensión…llenos de paciencia y amor…entre sus gritos, sus
aleteos, sus pequeños saltos…
El mismo beso y abrazo que le doy a Caetano cada vez
que se acerca a mí…y me deja acercarme a él…
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