En medio de los trajines de la mañana, Almu me
dijo: “mami, quiero tener siempre ocho
años”…
La miré con los ojos arrebatados de ternura y le
dije “no puedes amor…vas a seguir creciendo, Almu…todos seguimos creciendo…así
es la vida…pero tú siempre vas a ser mi chiquita de ocho años…para las mamás
nuestros hijos siempre son nuestros pequeños”…
Le dije: “ven, Almu”…y ella se sentó sobre mis
rodillas…me dí cuenta que había crecido tanto en tan poco tiempo…apenas se hubo
sentado, se hizo un ovillito y se acurrucó contra mí…como si fuera mi bebita de
nuevo…nos abrazamos con un abrazo tierno, largo, sintiéndola tan cerca, tan niña todavía, tan necesitada
del abrazo de mamá…sentí su respiración, acaricié sus cabellos, cerré mis ojos
abandonándome a la delicada y profunda belleza del momento…y luego le dije: “te
quiero mucho Almu”…y ella me dijo”yo también te quiero mucho, mamá”…
La apreté contra mí…hubiera querido que ese instante
fuera eterno…pero fue como todo en esta vida…fugaz, efímero…la vida volvió a
girar vertiginosamente alrededor…terminamos el desayuno, y Almu se fue al
colegio…dejándome con el recuerdo de sus bracitos rodeándome y su mirada
inocente y tierna…dejándome con el alma llena de una mezcla indescriptible de
tristeza, ternura y alegría…y en los ojos lágrimas de emoción…
(Escrito el 2 de julio, 2015)
© 2015 Verónica Esparza Paz. Todos los derechos reservados.
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