lunes, 9 de febrero de 2015

EL NIÑO DEL PISO DE ABAJO


Cuando Almu nació, Eduardo y yo vivíamos en San Borja…en el último piso de un pequeño edificio…era un sitio tranquilo…pero esa tranquilidad se quebraba todas las tardes a la misma hora…justo en el momento en que yo ponía a Almu a hacer la siesta, empezaba el problema…desde el patio del piso de abajo se escuchaba a un niño dando unos gritos agudos e intermitentes…la cosa podía prolongarse por más o menos una hora…y además de hacerme sumamente difícil la labor de hacer dormir a Almudena los gritos de ese niño me ponían los nervios de punta y me taladraban el tímpano…

A veces me asomaba por la ventana tratando de ver al niño…pero no lograba ver más que sus piernas, pues había un toldo que no me dejaba ver más…lo veía moverse sin descanso…dar pequeños saltitos emitiendo gritos guturales…no hablaba nada…por los sonidos que emitía una podía darse cuenta de si se sentía bien, o si estaba pasando por un mal día…a veces su mamá lo llamaba por su nombre…le daba indicaciones…era evidente que algo pasaba con él…aunque no sabía exactamente qué era…

Una tarde en que estaba especialmente cansada…el niño empezó a gritar…cada vez más fuerte…no paraba…realmente era insoportable…ya estaba harta…era suficiente…es que la madre no se daba cuenta de que los gritos de su hijo se escuchaban por todo el edificio?...es que no se daba cuenta de cuán intolerable era todo?  Indignada y furiosa, abrí la ventana de mi departamento que daba al patio donde estaban ellos y grité con todas mis fuerzas:  “Por favor…silencioooo!!!...no puedo hacer dormir a mi bebé!!!”…y acto seguido cerré la ventana con fuerza…se hizo un silencio…y así fue desde ese momento en adelante…ya no se escucharon más los gritos del niño…a veces lo escuchábamos a lo lejos…pero nunca más se escucharon los gritos en el patio…fin del problema…

En ese momento yo no lo sabía…pero el niño del piso de abajo tenía autismo…

Ahora que han pasado los años…la vida tan sabia siempre me da una gran lección…ahora es Cai el niño que corre sin parar, que salta, que a veces da gritos ensordecedores, y yo soy esa mamá…tratando de tranquilizarlo…dándole indicaciones…nerviosa si los gritos ocurren delante de otros…teniendo miedo de que se desencadene una crisis en cualquier momento…teniendo miedo de importunar a los vecinos…teniendo miedo de la mirada inquisidora y prejuiciosa de la gente…yo soy esa mamá que seguramente estaba tan cansada…que seguramente necesitaba a gritos un descanso…un hombro en donde apoyarse…un oído dispuesto a escucharla…una amiga solidaria y comprensiva con quien desfogar la marea revuelta que llevaba adentro…

No recuerdo el nombre del niño del piso de abajo…por más que he querido no puedo recordarlo…pero pienso en él a diario...me siento tan mal de haber reaccionado así…si pudiera regresar en el tiempo me acercaría a la puerta de la señora…le pediría disculpas…le hablaría de Caetano…trataría de hacerme su amiga…le contaría tantas cosas…la escucharía…y sobretodo…le daría al niño del piso de abajo un abrazo y un beso llenos de inmensa ternura…llenos de cariño y comprensión…llenos de paciencia y amor…entre sus gritos, sus aleteos, sus pequeños saltos…


El mismo beso y abrazo que le doy a Caetano cada vez que se acerca a mí…y me deja acercarme a él…